Vamos en tren a Barcelona. En nuestro vagón observo la gente que viaja. Varios asientos están ocupados por inmigrantes negros (una vez oí en la radio que no les gusta que se les denomine “de color”, porque lo consideran una definición absurda). Hablan entre ellos en un idioma africano y van juntos a algún lugar ¿Hacia dónde se dirigirán? ¿En qué estación pararán? ¿Qué van a hacer ahí? No puedo reprimir mi imaginación y comienzo a fantasear sobre sus vidas. ¿Cómo habrán llegado hasta aquí? ¿Cómo era la vida en su país? ¿Por qué han emigrado?
Ayer escuché en la radio que en la costa canaria arribaron seiscientas personas en cayucos procedentes del África subsahariana. Algunos de ellos llegaron en mal estado y hubo que atenderlos de urgencia. Otros han sido devueltos a África y abandonados a su suerte en medio de un desierto, sin agua, sin comida y sin dinero para regresar a sus respectivos países. Por que, claro está, África es un continente enorme y ser africano significa que puedes provenir de cualquiera de las decenas de países que lo componen. Un pequeño detalle que las autoridades han olvidado. ¿Cómo van a regresar en esas condiciones a su hogar, que se encuentra a miles de kilómetros?
También he oído una escalofriante noticia sobre un cayuco que se perdió durante el trayecto Cabo Verde-Islas Canarias y por desgracia vagó a la deriva arrastrado por una corriente ecuatorial que lo llevó hasta las Islas Barbados. Allí encontraron la nave con las momias de los desgraciados que buscaban su libertad y una vida mejor. Un escalofrío recorre mi espalda.
No puedo reprimir mi rabia e impotencia al pensar sobre ello, y me avergüenzo de nuestros dirigentes, españoles y europeos. Ellos están desbordados ahora con el problema de la inmigración masiva, sólo porque afecta a nuestro bienestar. El goteo incesante de estos muertos en vida daña a la imagen de nuestro país y se convierte en un grave problema que nadie desea resolver de veras. Porque saben exactamente cuál es la solución ante esta hecatombe, pero nadie está dispuesto a prescindir de las riquezas que disfrutamos que provienen del expolio continuado de los países del Tercer Mundo.
La única solución que hasta ahora se les ha ocurrido es acordar con los países de los que parten las pateras un mayor control para evitar que salgan. ¿Y qué hay de la explotación de sus recursos de forma indiscriminada? Ninguno de nuestros países de la avanzada Unión Europea desea prescindir del petróleo, los diamantes, los minerales y otros tantos beneficios que recibimos a precio irrisorio del Continente Olvidado. Ninguno desea dejar de obtener provecho por la venta de armas a los países con conflictos armados. Ninguno desea entrometerse en los gobiernos corruptos, sanguinarios, totalitaristas y dictatoriales de sujetos como Teodoro Obián porque se acabaría este chollo para Europa.
A nadie le importa las hambrunas, las enfermedades, la desesperanza en la que viven sumidos los africanos, porque son ciudadanos de segunda, hijos de un Dios menor.
Y ahora los veo aquí, sentados en mi mismo vagón. Con una historia escalofriante a la espalda, escrita con sangre, sudor y lágrimas.
No puedo evitar pensar en algunos comentarios que a diario oigo a mi alrededor: “¿y por qué se empeñan en venir hasta aquí?”, “estamos apañados con toda la purria que nos está viniendo”, “la culpa de que vivan así es de sus gobiernos corruptos, no nuestra”, “esos negros que se ahogan” y un largo etcétera de comentarios corrosivos e ignorantes. Porque los que los hacen no se han preocupado en informarse sobre el origen del problema, en ponerse en su piel y pensar qué sentirían ellos, en reflexionar qué harían si fueran sus hijos los que murieran desnutridos y enfermos.
En medio de esta reflexión en la que estoy sumida un alarido de gallina loca me devuelve a la realidad. Es la Vane que anda pellizcándose con el Joshua y vociferando para que todo el vagón se entere de su presencia, ante las carcajadas de la Jenny. Qué voy a decir de ese tipo de criajos, sólo interesados en llamar la atención a golpe de grito, enseñando carne o petardeando sus motos y coches “tuneados”. Por supuesto ni se plantean las dificultades por las que más de medio mundo está pasando ni piensan en que quizás en un futuro próximo puedan tenerlas ellos. ¿Para qué? Ellos son los más molones y las pocas neuronas que les quedan vivas después de sus excesos no les da para más.
2 comentarios:
Querida Sonia:
Soy Toni, y como te prometí, me he leído atentamente tu comentario. Estoy de acuerdo con tu razonamiento. Pero déjame añadir una cosa (¡ya sabes que no puedo estar callado!). Todio esto que planteas, y que es cierto (quiero decir, que es un dato objetivo, ininterpretable), demuestra que la única posibilidad del cambio es una revolución cultural, pero una verdadera revolución cultural. Ésta debe comenzar por echar a los gobiernos de donde están, y para ello hay que luchar con todas nuestras fuerzas. Obviamente el mejor comienzo es conocer, saber, estudiar, adquirir conocimientos y valores que nmos permitan interactuar entre nosotros del modo más aproximadamente humano posible. Pero el paso siguiente debe ser devolver el poder al pueblo, a los seres humanos que lo constituyen, no a uno ni a otros, sino a todos. Los "nengs" son el resultado de décadas de destrucción neuronal de las cabezas bienpensantes que nos gobiernas, de todas ellas sin excepción. ¿qué diferencia hay entre Felipe González, Zapatero, Aznar o Bush? Sólo en las formas y en algunas cuestiones de fondo, pero en lo demás, en lo esencial, es decir, en el uso del ser humano como mano de obra productiva y no como ente intelectual libre y dueño de su propia vida no se han diferenciado. Las izquierdas, por lo menos en sus planteamientos anarquistas y marxistas de base, es decir, los iniciales para la constitución de los fracasados comunismos (liderados por burgueses), parten de la base de que el ser humano debe ser libre, es decir, sólo así será dueño de su propia inteligencia. Hoy por hoy, los seres humanos no son libres. Y me dirás que ya lo sabemos. pero no me refiero a la luibertad de actuación, no, sino a la libertad de pensamiento, preexistente a la primera. El ser humano debe pensar, está obligado a ello, por eso está dotado de capacidad de raciocinio. Y sólo pensando será consciente de su propia capacidad, de sus miedos, de su realidad circunstancial, de la muerte como un proceso normal y no terrorífico, de las capacidades, de la vida.
Un abrazo muy fuerte. La interacción cultural es básica. ¡Viva el diálogo! ¡Viva el cambio!
Antoni Nomdedeu
He leido lo q ha escrito sonia. Estoy casada con un africano y aunq no he tenido oportunidad de visitar africa por lo q me cuenta eneiendo perfectamente el problema de la inmigracion. Tengo tambien amigas inmigrantes rocedentes de otros aises y todos buscan lo mismo un plato de comida, una prenda de ropa,una vida mejor q en sus paises no pueden tener. La solucion no esta en nuestras manos esta en la de ellos y es lo q hacen buscar un mundo mejor. En ocasiones esta gente vive en la miseria aun en nuestro pais y mandan todo lo q ganan o casi todo a sus familias para q asi ellos puedan llevar una vida digna en sus paises. Conozco asociaciones de inmigrantes q reunen dinero para hacer carreteras, colegios hositales etc en sus paises. No conocen a sus mujeres q ven cada cuatro años pero gracias a eso pueden comer. Por suerte las cosas van cambiando y hoy en dia muchos inmigrantes traen sus familias y consiguen su sueño VIVIR SIMLEMENTE VIVIR
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