
Con lágrimas en los ojos hemos compartido la amargura de aquellos que, con voz entrecortada, trataban de explicarnos cómo se sintieron aquel día maldito, once de Septiembre de 1973, cuando Chile dejó de vivir su sueño de fraternidad y se sumió en una larga pesadilla de la que le costó despertar.
Tanques y fusiles, lo que más recuerdan. Lágrimas, impotencia, rabia y dolor por la pérdida de su seres queridos. Siempre quedará esa época maldita agarrada en sus corazones.
Tantos años después, la opresión en su pecho y el quemazón del recuerdo todavía ahoga sus voces cuando nos relatan cómo hicieron “desaparecer” a sus hermanos.
Salvador, hoy más que nunca, en el centenario de tu nacimiento, tus palabras han cobrado sentido y, escuchándolas, nos hemos sentido reconfortados y convencidos de que esta lucha por una humanidad más justa que emprendiste, será para siempre el estandarte de nuestras vidas. Tu ideología política suena a aire fresco en un mundo actual donde políticamente lo material prima por encima de lo social.
Tu pueblo, luchador y tenaz en sus ideales, está dotado de una fuerza sobrehumana para seguir caminando, con la cabeza bien alta y la sonrisa iluminando su cara, dándole Gracias a la Vida.
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