La ruta islandesa nos llevó el último día a visitar las atracciones más turísticas del país, el denominado Círculo Dorado.
Desde Hvolsvollur emprendimos ruta al Norte hacia Geysir. Primero cogimos la ruta 1 y después la 33. Noventa kilómetros de conducción y llegamos a Geysir, antes de visitar este enclave seguimos diez kilómetros más al norte hasta llegar a la catarata de Gulfoss. Esta catarata es una de las señas de identidad del país. Una catarata con varios niveles de desnivel, otra más de las innumerables bellezas de Islandia.
A continuación nos dirijimos a Geysir. Esta localidad da nombre al fenómeno natural. Aunque, el geysir original está inactivo en la zona se haya otra fosa de agua caliente que expulsa vapor a veinticinco metros de altura.
A unos cincuenta kilómetros de Geysir se haya el parque nacional de Þingvellir, pronunciado Thingvellir. Este lugar tiene doble importancia para los islandeses. A parte de ser el punto de confrontación entre las placas tectónicas EuroAsiática y Americana, es también el lugar donde se constituyó el país a finales del siglo XVIII.
La situación de las placas recuerda en cierta manera a la gran muralla china. Una gran pared de roca que nos da la bienvenida a América y enfrente la otra que nos indica donde se ubica Europa. Islandia un país entre dos mundos.
Esa noche nos alojamos en el albergue de Reykjavik. Por la tarde y ya en el albergue tuvimos la posibilidad de ver la ceremonia de inauguración de los juegos olímpicos de Pekín. Pasamos la noche recordando los paisajes, los olores, la fauna y la gente que hacen de esta una isla tan especial y particular.
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