15/8/08

Reykjavik



La capital de Islandia es todo un remanso de paz, una ciudad que no parece la capital de un estado. Las calles anchas, las casas bajas, el sosiego de sus habitantes y el ritmo calmado hacen de Reykjavik una ciudad ideal para los amantes de la tranquilidad sin renunciar a todas las ventajas de una gran ciudad. Según se indica en las guías la vida cultural ofrece muchas posibilidades, incluso la vida nocturna, siempre según los propios islandeses, es una de las mejores del mundo.

El traslado de y hasta el aeropuerto se realiza fácilmente en autobús. Tanto da a la hora que se llegue siempre hay un autobús esperando para trasladarnos desde Keflavik a Reykjavik, un trayecto de unos 50 minutos.

En la ciudad pasamos dos noches, la primera y la última. Nos alojamos en el albergue de la ciudad. La palabra albergue en este caso no se ajusta muy bien a la realidad, el alojamiento se asemeja más a un hotel de alta categoría en España, almenos así nos pareció a nosotros.

A parte de disfrutar de un paseo por las tranquilas calles de la ciudad; también, se puede practicar el deporte nacional, darse un baño en alguna de las piscinas municipales (3 euros la entrada). Nosotros nos acercamos a una que se encuentra justo al lado del albergue. Tres horas entre piscinas de agua caliente y uno sale como nuevo, limpio y aseado para estar a la altura de la ciudad.

El sosiego y la calma han impregnado las calles de Reykjavik, buena muestra de ello son los gatos reykiavienses. Se encuentran por las calles, siempre identificados por un collar, se acercan, las carantoñas son su más preciado tesoro. Viven felices y tranquilos al igual que sus conciudadanos humanos.

La última noche en Reykjavik nos decidimos a probar algunas de las delicias culinarias del país. Disfrutamos de una cena deliciosa en la Braseria Askur. Muy buena relación calidad precio, 38 Euros los dos. Este restaurante se encuentra a unos diez minutos a pie del albergue.

Una buena opción antes de coger el avión de vuelta es pasar un par de horas en el Blue Lagoon, una especie de Caldea a medio camino entre Reykjavik y el aeropuerto de Keflavik. Los autobuses que llevan al aeropuerto organizan esta excursión.
No hubo mejor despedida, Islandia una cura para el cuerpo y el alma.

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