20/5/09

Rumbo al fin del Mundo, de Santiago a Fisterra


Son las cinco de la mañana del viernes santo, en una hora y media parte nuestro vuelo destino a Santiago de Compostela. Este año hemos decidido pasar cuatro días de la Semana Santa en el Camino, sí el Camino que lleva a peregrinos y caminantes de Santiago a Fisterra, otrora el fin del mundo.

El vuelo de Ryanair sale de Reus con puntualidad británica. Esta gente de Ryanair proclama a los cuatro vientos que son la compañía con mayor puntualidad del mundo, al aterrizar en Santiago una musiquilla ratonera y una voz en inglés te lo recuerda.

Son las ocho y media de la mañana y ahora a coger el autobús de la compañía Freire que lleva del aeropuerto al centro de la ciudad. A la llegada a Santiago y para empezar bien nada mejor que un buen chocolate con churros, hay que coger fuerzas para cubrir con seguridad los veinte kilómetros de la primera etapa.
Antes de empezar a caminar una visita al centro de visitantes para que nos sellen la credencial, así demostramos que hemos empezado en Santiago.
Por cierto, nosotros conseguimos la credencial del peregrino en la Perfumería Tous de la calle Unió 10 de Tarragona, por si algún tarraconense está interesado.

Una breve visita a la plaza del Obradoiro antes de comenzar. Impresiona ver la plaza, el frío se apodera ligeramente de nosotros, la humedad y una ligera llovizna inunda el ambiente. Ya empiezan a verse algunos peregrinos con rostros fatigados, otros en bicicleta, todos se muestran exultantes al haber conseguido su objetivo, por uno u otro motivo la alegría les desborda al postrarse delante de la Catedral.

Empieza la aventura, noventa kilómetros y tres jornadas por delante. Empezamos a caminar con ilusión y con inquietud, ¿seremos capaces de llegar?

Las conchas del peregrino guían el camino, no hay perdida. Además de guiar marcan la distancia hasta destino, un cuentakilómetros que a veces alienta y otras dilapida la voluntad al darte cuenta que aún queda mucho trecho por recorrer, la mente en este caso es fundamental, hay que tener claro el objetivo y luchar por conseguirlo.

La primera etapa transcurre entre villas y campos verdes que se disponen a verse sacudidos por la llegada de la primavera, primavera que les cambiará la cara, les dará color y vida renovada después del crudo invierno. Después de veinte kilómetros ya avistamos el final de la primera etapa, un río y un puente rústico nos dan la bienvenida a Negreira. Los pies doloridos y el cansancio de las piernas nos hace notar que llevamos más de seis horas caminando; aún así, estamos muy contentos, lo hemos conseguido y en ningún momento hemos desfallecido. Después de caminar otro par de kilómetros por el pueblo llegamos al Albergue, pero cuál fue nuestra sorpresa cuando al preguntar por una cama nos dijeron que no había alojamiento para más peregrinos. Esa primera noche nos alojamos en el hotel Tamara, una buena ducha, después una buena cena y a descansar soñando con la jornada siguiente, treinta y cinco kilómetros hasta Olveiroa.

A las ocho y media de la mañana ya estamos en ruta, el cuerpo y las piernas se quejan, por que me das esta paliza. A veces te lo llegas a plantear pero hay algo especial en el Camino que deja los dolores de los pies de Sonia o el constipado de Juan a un lado, hay que seguir el corazón nos lo pide.
Esta segunda etapa transcurre mayoritariamente por campos y bosques, las vacas y algún que otro campesino son nuestra única compañía, uno se siente acompañado por la soledad, tu mismo ante los kilómetros, kilómetros que lentamente van dejándose atrás como el tren de la vida que pasa, siempre hacia adelante. En esta segunda jornada nuestro cuerpo ya está mucho más habituado al esfuerzo, la primera y única parada la realizamos hacia el kilómetro veinte. El avituallamiento de un par de bocatas y una cerveza sirven para cargar pilas. En este bar nos encontramos con otros peregrinos, cada uno comenta su Camino, porque el Camino es eso, cada uno lo vive a su manera.

Una hora de descanso y a afrontar los últimos kilómetros de la etapa, tres horas más por delante. Sonia empieza a resentirse de su pie derecho, los juanetes no perdonan. Por fin vislumbramos un cartel que indica Olveiroa, aleluya, hoy la etapa ha sido dura. Pero cual fue nuestra sorpresa al ver que a pesar de haber llegado al pueblo aún quedaban cuatro kilómetros hasta el albergue, kilómetros que os podemos asegurar que se hicieron eternos.
Hoy sí tenemos plaza en el albergue, dormimos en una casa sin calefacción que a la larga nos pasó factura, el cuerpo hay que cuidarlo y si no lo mimas al final acaba pasándote factura.
Esa noche cenamos con Giuseppe, Eva y Marga, unos orujos animaron la velada. A dormir pronto que mañana era el gran día, la llegada a Fisterra.

A primera hora de la mañana ya estábamos en pie, última etapa y otros treinta kilómetros por delante. Ahora sí, nuestro objetivo estaba más próximo a convertirse en realidad. Pasamos por caminos plagados de olivina, bosques de eucaliptos y campos de molinos de viento que movidos por la respiración del Dios Eolo proveen de energía a las granjas de la zona. Las piernas no pesan tanto, el mar Atlántico se huele y a lo lejos ya lo vemos. Que sensación más maravillosa al toparse con el mar, nuestro amado mar, no podemos negar que somos personas marítimas.
La llegada a Corcubión fue dura, las fuerzas en este punto sí que nos flaqueaban. Una parada para recuperar energías. Un buen plato de pulpo gallego y unas empanadas ayudan bastante, hay que reconocer que en Galicia se come muy bien.

Última decena de kilómetros y ya estamos en Fisterra, un paseo muy agradable que no podía acabar de la mejor manera. La playa de Fisterra con sus tres kilómetros de arena blanca sirvieron como colofón a los noventa kilómetros recorridos desde Santiago, que gozada bañar los pies en las frías aguas del Atlántico.

Ya en el albergue, y después de conseguir nuestra Fisterrana, los recuerdos de tres días maravillosos se suceden en nuestro imaginario. Esa noche cenamos con Eva, Marga y Klaudia, una chica alemana que nos comentó que el Camino era muy popular en su país a raíz de un libro muy leído en tierras teutonas.
Esa noche bailamos, bebimos orujo y reímos mucho, es una de las cosas que más nos gusta de viajar, conocer gente y aprender de ellos y de sus historias.

Lunes de pascua, última jornada en Galicia. A primera hora de la mañana nos acercamos hasta el faro de Fisterra, poco pudimos ver porque la lluvia nos visitó en esta jornada, aún así, la sensación de estar ante el kilómetro cero de nuestro Camino fue fantástica.

Llegó el momento de las despedidas, cada uno seguiría su camino, Iñigo un chico vasco volvería a su casa después de haber pasado cinco semanas caminando desde Roncesvalles, Klaudia volvía a Alemania y Marga y Eva volaban destino a Mallorca.

Nosotros llegamos a casa con la sensación de haber pasado unos días muy intensos, con el cuerpo dolorido por el esfuerzo físico pero con el corazón rebosante de energía por haber conseguido cumplir nuestro sueño.

Volveremos otra vez, en esta ocasión para llegar a Santiago no en avión sino a pie como un buen peregrino.

¡¡¡ Buen Camino !!!

1 comentario:

MªJosé dijo...

Hola pareja!! Espero que vaya todo muy bien! Vosotros no desaprovechais nada eh! al contrario aprofiteu al máximo cada huequecito que os queda para ver mundo! Qué envidiaaaaaa!!!!
Yo planificanco mi próximo destino: Tailandia! qué ganas!!!
Bexitus para los dossssssss