Cuando preparábamos el viaje a Australia tuvimos ciertas dudas sobre la Great Ocean Road, ¿valdría realmente la pena pasar un par de días en la carretera de la costa? Anna, de Asesor Travel, nos dijo que sí, que sí valía la pena. Siempre hay que seguir las recomendaciones de una experta, pues nada, allí que nos fuimos, la Great Ocean Road nos esperaba.
En Alice Springs, y después de haber pasado cuatro días geniales en el desierto con Sarah, Sacha y Marko, nos dispusimos a coger otro avión esta vez destino al sur, destino Melbourne, ahora sí que estaríamos en las Antípodas, muy, muy lejos de casa.
De Alice a Melbourne sólo vuelan dos compañías, Tiger Airways y Qantas. Nosotros volamos con Qantas, el trayecto más caro que cogimos en Australia. Una recomendación, si tenéis que volar dentro del territorio aussie coged los vuelos con antelación sino os exponéis a pagar verdaderas fortunas sobretodo en los vuelos al centro.
Dos horas después del despegue ya se veía el countryside típico victoriano, Melbourne ya se encontraba bajo nuestro pies. Aterrizaje normal, sin contratiempos no como el de Alice Springs. Son las cinco de la tarde y pronto anochecerá así que nos damos prisa y recogemos el Hyundai Getz que ya había reservado con Europcar. Nos ponemos en el carril izquierdo y salimos del aeropuerto dirección Anglesea, la puerta de entrada a la Great Ocean. La señalización es clara y no lleva a confusión, no nos perdemos. Nos quedamos sorprendidos al ver que en las antípodas también aplican las señales de velocidad variable como en Barcelona, si parece que nosotros hemos inventado la rueda cuando ésta ya lleva mucho tiempo inventada.
Ya llevamos una hora en la carretera y el sol empieza a ponerse, habrá que darse prisa si no queremos llegar muy tarde a nuestro destino, Port Campbell. A unos ciento cincuenta kilómetros de Melbourne divisamos la señal "Welcome to the Great Ocean Road", ya estamos transitando por la famosa carretera.
A las siete ya es completamente de noche y no podemos disfrutar de las vistas de los acantilados y las playas, decidimos quedarnos en Lorne. Compramos la cena en Woolworths y buscamos alojamiento. El albergue y un B&B no tienen plazas libres, vemos unos apartamentos en el centro del pueblo y allí nos quedamos. Pagamos 120AUD por una noche, un precio elevado para nuestro presupuesto. El apartamento era una monada y tenía de todo, una cocina muy equipada, un salón, una terraza y una habitación muy cómoda. Por una vez dimos rienda suelta a nuestra cartera. El alojamiento se llama Anchorage Motel, muy recomendable por si alguna vez os dejáis caer por Lorne.
Primera noche en la costa victoriana. Nos levantamos después de haber pasado una noche plácida en nuestro apartamento de lujo. El olor a salitre y la brisa marina invaden la terraza, que sensación más agradable. Definitivamente el mar forma parte de nuestra vida, no podríamos vivir sin él, ser vecinos del Serrallo ha alimentado esta sensación. Un buen desayuno y otra vez a la carretera, como dicen los anglo parlantes let's hit the road.
La carretera está llena de playas tomadas por los surfistas, aunque a principios de primavera no se dejan ver con facilidad. El viento y las mareas moldean una costa de formas imposibles, maravilla para la vista y pesadilla para los barcos que durante siglos naufragaron en sus costas. La sinuosidad de la carretera no permite conducir muy rápido, parecemos los del anuncio de BMW: te gusta conducir.
Al cabo de hora y media llegamos a nuestro siguiente destino, Port Campbell. Paramos en el punto de información a recoger más datos sobre la zona. Nos gusta el ambiente que se respira en esta región, ambiente tranquilo y relajado en armonía con la naturaleza y el mar.
La carretera transcurre por el Parque Nacional Otway, uno de los más antiguos del país. El parque ofrece varios caminos al visitante, nosotros realizamos una caminata de una hora. Árboles gigantes con multitud de helechos arborescentes, un sitio ideal para recargar energía de fuente natural.
En el punto de información de Port Campbell se oferta un Skywalk, al estilo del que hicimos en Costa Rica, tiene buena pinta. Después de la caminata en Otway NP nos adentramos unos cincuenta kilómetros hasta el punto de partida del paseo por la copa de los árboles. Está muy bien organizado, hay paneles explicativos sobre la flora local y aún tirando más atrás en el tiempo sobre los primeros habitantes de la zona, los dinosaurios. Un paseo a cincuenta metros de altura con una perspectiva diferente del bosque, se pueden observar animales y plantas que viven en las alturas donde el sol penetra con más facilidad, una clase de biología al aire libre.
Cómo nos gusta sentir la naturaleza, olerla, escucharla, disfrutarla y sobretodo respetarla. La Madre Tierra nos ha legado su más preciado tesoro no como su herencia sino como la herencia para nuestros hijos, ¡Respétala!.
Qué pasa, por qué están parados esos coches y por qué está la gente mirando hacia la copa de los árboles. Si la gente lo hace tendremos que hacerlo también nosotros. Paramos nuestro Hyundai a un lado de la carretera, ponemos las señales aviso y nos bajamos todo decididos a descubrir que pasaba. Elevamos la mirada hacia el cielo y antes de topar con el firmamento azul vemos una forma redondeada, oscura y peluda que se mueve con parsimonia, anda si es un koala.
Qué monos. Podemos ver a una madre con su hijo, a otro trepando por el tronco del eucalipto, y a muchos de ellos comiendo su único alimento, las hojas de eucalipto. Tenemos suerte porque lo normal es ver a estos marsupiales durmiendo. Una dieta poco calórica y la toxicidad de las hojas de eucalipto hacen que estos “ositos de peluche” duerman unas veinte horas al día, vaya dormilones.
En la Great Ocean Road se ven fácilmente, siempre en las zonas donde los eucaliptos, autóctonos de Australia, forman el paisaje. Es maravilloso ver a estos animales en libertad y nos hace sentir muy afortunados por poder disfrutar de éllos en las antípodas, sí estamos en las antípodas.
El tiempo pasa inexorablemente y el mediodía ya hace horas que nos dejó, aún nos queda el principal reclamo de la costa de Victoria, los Doce Apóstoles. Ya debemos estar cerca, el rumor de los helicópteros lo delata, los apóstoles se encuentran ahí abajo. A estas horas de la tarde el frío y la humedad se apoderan de nuestro cuerpo y del de los cientos de turistas chinos que circunstancialmente se unen a nuestro paseo. Sí chinos, el imperio del centro está creciendo y ahora exporta a miles de turistas por todo el mundo. A ver si en España aprendemos y aprovechamos este nuevo mercado potencial para alimentar la segunda industria de nuestro país.
El brillo del sol hoy no nos ha acompañado, tampoco ha calentado a los apóstoles. ¿Qué son los apóstoles?, son trozos de la costa que por la fuerza del mar y de las corrientes se escindieron y se quedaron solos frente a la ínsula. La composición de limo y tierra favorecieron a esta extirpación de la costa. Los doce monolitos fueron bautizados así por coincidir en número con los mensajeros de Jesús, a pesar de que hoy en día no todos los apóstoles se mantienen en pie. La naturaleza siempre crea formas imposibles y preciosas.
Día cansado y ahora nos queda otra hora y pico de carretera hasta Warrnambool, el final de la Gran Carretera de la Costa. Llegamos a nuestro destino y después de dar unas cuantas vueltas por el pueblo damos con el albergue. En esta ocasión Sonia se orientó perfectamente con el mapa de la Lonely Planet. El albergue Beach House es una preciosa casa que mantiene el encanto de este pueblo marinero. Preparamos la cena en la cocina comunitaria y a dormir que hoy ha sido un día lleno de sensaciones y experiencias inolvidables. ¡Cómo estamos disfrutando de Australia! Con buenos recuerdos en la memoria damos por acabado el día y nos dejamos caer en la cama. Buenas noches.
¿Por qué hicimos noche en Warrnambool?, sencillo de Julio a Septiembre las ballenas vienen a estas aguas a amamantar a sus ballenatos. Después de un desayuno a base de tostadas y café recogemos la habitación y al coche. Nos vamos al mirador desde donde se divisan a los gigantes del mar. Vemos a mucha gente en las plataformas, a ver si tenemos suerte y podemos ver alguna ballena. No fue difícil, unas sombras negras se divisan muy, muy cerca de la costa. Otra vez podemos disfrutar de estas reinas del mar, ya lo hicimos en la Península Valdés en Argentina y también en el Mar del Norte en Islandia. No por haberlas visto anteriormente dejan de impresionarnos. ¿Cómo puede ser que algunos países amparen el asesinato de estos cetáceos?
Aún no hemos acabado con esta parte del estado de Victoria. En una media hora nos plantamos en Port Fairy, un típico pueblo costero de origen irlandés. Las casas mantienen la nostalgia de los emigrantes del siglo XIX. Precioso, sé que nos repetimos mucho con los adjetivos positivos pero es que realmente esta zona vale mucho la pena. En Port Fairy visitamos el puerto y nos acercamos hasta el faro. Las olas rompiendo contra la costa desprenden todo el olor del mar. Estamos ante el fin del mundo, nosotros sólos acompañados por aves que se encuentran en época de cría. Otro maravilloso encuentro con la naturaleza.
Como fin de fiesta acabamos en la reserva Tower Hill. Una reserva donde viven libremente canguros, emus, y otros animales autóctonos de las tierras australes. Pero cómo no, el que más nos impactó fue el koala dormilón; otra vez, qué mono.
Tower Hill ofrece la posibilidad de observar a los animales en su hábitat. Ellos no se sienten amenazados, pudimos sentarnos a escasos metros de un canguro y de su cría. ¿Por qué sólo se desarrollaron los marsupiales en esta parte del planeta?, la Pachamama no deja de ofrecernos sorpresas.
Por cierto, Tower Hill reserve tiene un área de información y de tienda donde se pueden comprar productos confeccionados por las comunidades aborígenes. Nosotros compramos unos peluches que hoy descansan en casa de Carlitos y de Aina.
El tráfico va en aumento, debemos estar cerca de Melbourne. A las ocho y media parte nuestro avión destino Sydney. Llegamos al aeropuerto y antes de devolver el coche llenamos el depósito de gasolina; por poco nos olvidamos de este trámite. Le agradecemos a nuestro auto su colaboración durante los ochocientos kilómetros que hemos compartido y hacia la terminal de Virgin Blue que nos vamos.
¿Ha valido la pena pasar unos días en la Great Ocean Road? sí. Gracias Ana por tu recomendación.
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