22/1/12

Corcovado, un tesoro casi escondido en el país de los Ticos


Durante nuestro primer viaje a Costa Rica, allá por el año 2002, al mirar la guía de viajes vimos un parque nacional llamado Corcovado. Según ponía, llegar no es tarea fácil.
En nuestro segundo viaje, y después de confirmar con algunos amigos lo espectacular del lugar, decidimos poner a este Parque Nacional como el principal objetivo del viaje.

A mediados de Septiembre compramos los billetes para Costa Rica, otra vez volaremos vía Estados Unidos, vuelo Barcelona - Atlanta - San José con Delta Airlines
Aterrizamos en la capital a media tarde, cogemos un taxi y nos vamos a nuestro alojamiento, la primera noche la pasamos en un albergue que no merece reseñar, sencillo y simple comparado con el hotel que nos vio durante los tres últimos días antes de volver en San José, el Hotel Aranjuez ¡qué maravilla!

A primera hora, bien bien temprano, tomamos un café y con un taxi nos acercamos a la estación de autobuses de TracopaEn San José no hay una estación central de autobuses, cada compañía tiene su propio aparcadero. Compramos el billete destino a Palmar Norte y al autobús se ha dicho, cinco horas largas de carretera, con subida a un puerto de montaña y algún que otro parón por desprendimientos en la carretera. Se nos hizo un poco largo, todo hay que decirlo. 

Hicimos una parada para descansar y tomar un café, allí nos sentamos con Matías, un treinteañero israelí de origen argentino. Como todos los hebreos que hemos conocido, una persona muy echada para adelante; después de trabajar algún tiempo en Centro América se ha cogido un tiempo sabático para recorrer América Latina, volver a sus raíces tiene gran parte de culpa.

A mediodía aterrizamos en Palmar Norte, una estación pequeña con un bar que pincha cumbia a todo trapo y con algún que otro perro que merodea por si cae algo de alimento, todo muy Pura Vida. Poca gente, el sol aprieta y el calor no ayuda a estar en la calle.
Aviso para viajeros, nos recomendaron llegar a Palmar Norte vía los autobuses que pasan por la costa, por Manuel Antonio, y no por el que cogimos nosotros que pasa por el interior.

Un taxista se acerca y nos ofrece llevarnos al embarcadero de Sierpe, acordamos el precio y en poco más de veinte minutos ya estamos a pie del río Sierpe, puerta de entrada al Parque Nacional Corcovado.
Las barcas parten de La Perla del Sur, restaurante, hotel y agencia de viajes. Una buena opción para organizar vuestro viaje por tierras del sur-pacífico de Costa Rica.
Antes de coger la barca hacia nuestro destino final, Bahía Drake, compartimos unas cervezas con un español que ahora vive entre Alicante y Sierpe. El nos comentó la posibilidad de pasar a Panamá a través del Paso Canoas, apuntado para nuestro siguiente destino en este periplo por Centro América.

A eso de las cuatro y media de la tarde subimos a una barca con otras seis personas, ningún turista a bordo. La época de lluvias está a punto de llegar y a finales de Octubre es temporada baja. Vaya cuarenta minutos de navegación, surfeando las olas y dando botes, mejor que cualquier montaña rusa, no recomendable para gente aprensiva y con miedo al mar.
Algunas edificaciones empiezas a divisarse en el horizonte, en pocos minutos el agua pierde su fiereza, nos encontramos en Bahía Drake. Según nos comenta una chica que navega en nuestro bote, en estas aguas tranquilas las ballenas descansan y amamantan a sus crías.  Contemplar a estos cetáceos es uno de los motivos de nuestra visita, queremos ver a las ballenas en su hábitat natural.

Bajamos del bote y por fin nuestros pies se introducen en el Pacífico, ya teníamos ganas. Manolo nos viene a buscar a la orilla en su pickup y en breve ya estamos en Cabinas Manolo. Juan gestionó la reserva directamente a través de Internet. Un alojamiento familiar y tranquilo dentro de la selva, no se encuentra de cara al mar pero es realmente bueno y recomendable. En Bahía Drake la mayoría de alojamientos tienen un precio algo desmesurado, Manolo y su familia ofrecen habitaciones amplias, cómodas y muy tranquilas, además de ser económicas.
En esta época del año no hay casi turistas, bueno lo del casi es un decir, más bien, no hay turistas. Tenemos la suerte que junto a nosotros se encuentra una pareja belga, así que podremos realizar las excursiones a la estación de la Sirena y a la isla del Caño.


A las cuatro y media ya estamos en pie, llegar a la Sirena no es tarea fácil, más de una hora y media en bote en aguas del Pacífico. Javier será nuestro guía, gran conocedor de la zona y gran amante de la naturaleza, como buen tico.  Nos pasamos tres horas paseando por la selva de Corcovado, pocos animales a estas horas de la mañana, la mayoría ya están agazapados y a resguardo del sol, el calor empieza a apretar. Por el camino nos topamos con algún que otro mono, algunas aves autóctonas y ante todo mucha naturaleza pura, sin contaminantes, como dicen en este país "Sin ingredientes artificiales". Estamos un poco sedientos y sudados, paramos en la estación de los guardas en la Sirena. Leemos algunos de los plafones informativos: extensión, animales, plantas e insectos del parque.
La foto del Puma es de un plafón informativo, por suerte no nos lo encontramos de cara.
Tras el breve avituallamiento seguimos camino, ahora vamos a cruzar un río infestado de cocodrilos, sí, sí, cocodrilos. Por suerte a estas horas del mediodía están descansando y el cruce del río, con el agua hasta las rodillas, la realizamos sin ningún sobresalto.
Estamos buscando a un Tapir, por aquí no aparece, por allá tampoco, lástima. Al regresar hacia el bote Javier tiene una intuición y se desvía del camino y ahora sí, topamos de cara con el Tapir. Somos unos afortunados, este animal es esquivo y no se deja ver fácilmente.


Ya regresamos al bote, otra hora y media de vuelta y de nuevo en Bahía Drake. Aquí os dejamos algunas de las fotos que tomamos en el parque. Naturaleza en estado puro, uno de los mejores lugares del mundo para sentir la madre tierra. Si alguna vez existió el paraíso seguramente se inspiró en Corcovado y en la Bahía de Osa.






Por cierto en el viaje de vuelta tuvimos la inmensa suerte de ver a una ballena y a su ballenato. Los gigantes del mar no dejan de sorprendernos, como se mueven, como se comunican, forman parte del mar y nosotros debemos respetarlos y salvarlos.



Hoy amanece nublado, amenaza lluvia. Cogemos de nuevo el bote y ahora nos dirigimos a hacer snorkel en la isla del Caño. Esta isla es conocida también como la isla pirata. La historia, fantasía o no, hablan de esta isla como la isla del tesoro ¡a lo mejor lo encontramos nosotros!
Nos tiramos al mar, el agua está bien, un poco movida pero buena para practicar con las aletas, el tubo y las gafas. A medida que nadamos cerca de la costa un picor continuo nos ataca sobre la piel. Vemos algunos grupos de peces, Juan tiene la fortuna de ver a un pequeño tiburón. No está nada mal. Al subir a la barca notamos que las picaduras han dejado huella, leve pero huella. Javier nos comenta que están provocadas por la "agua mala" que son pequeñas medusas, casi imperceptibles. Así que cuidado con las medusas del pacífico que de tranquilas no tienen mucho.


Atracamos en la isla y Javier nos prepara un picnic excelente. El mar de fondo, unas risas y una cerveza  son nuestra compañía ¡Pura Vida!
Al mediodía tomamos el bote de vuelta, otra zambullida y ponemos dirección a la Bahía. En el camino volvemos a tener la suerte de toparnos con unas ballenas. Para sentirlas más cercanas nos tiramos al mar, bajo el agua se pueden oir como la madre se comunica con su hijo, ¿qué le debe decir? Los gigantes del mar nos tienen cautivados.

La lluvia nos ha respetado hasta nuestra llegada a Cabinas Manolo. Por la tarde cae el diluvio universal, lo comentamos con Manolo y éste nos confirma que la climatología estará así hasta mediados de noviembre ¡qué manera de llover!


La lluvia nos despide. Sin lugar a dudas podemos decir que Bahía Drake, la Península de Osa y Corcovado es uno de los lugares más espectaculares que hemos visitado; así que os animamos a que os perdáis por esta región costaricense.

El día amanece despejado. Cuatro gotas nos mojan ligeramente, el viento en la cara, los manglares verdes iluminados por los primeros rayos de la mañana y en una hora ya estamos de nuevo en el muelle de la Perla del Sur, próxima parada Panamá.

1 comentario:

Unknown dijo...

Muy bonito tu comentario y experiencia . Gracias por compartir... pura vida...
Y regresen pronta x una 3ra vez..