Nuevo día, nuestro segundo día, y ya estamos en Anuradhapura. Cogemos un rickshaw y nos vamos al Guesthouse Indrani Inn, recomendación de Gris. Casa familiar muy acogedora, habitación sencilla con AC y, muy importante hoy en día, con WIFI, 2000Rs por noche. Saludamos a Sreema y le decimos que vamos a quedarnos un par de días.
Tenemos claro que el primer día lo pasaremos visitando la ciudad sagrada y tal vez Mihintale. Después de hablar con el hermano de Sreema nos convence de visitar el parque nacional de Wilpattu y no ir a Mineriya ni a Polonnaruwa, más tarde nos dimos cuenta que fue un medio error.
Al lío que se nos hace tarde, cogemos un Tuk-tuk para visitar durante todo el día los lugares de la ciudad sagrada. Dagobas, Estupas, Budas gigantes y no tan gigantes, y el Jaya Sri Maha Bodhi, árbol sagrado formado a partir de un esqueje del árbol donde Buda alcanzó la iluminación en Bodh Gaya en Bihar. Este último lugar tiene un aire especial, se respira espiritualidad budista, la gente arrodillada o sentada recitando oraciones dirigidas a Sidharta Gautama. Nosotros realizamos nuestra ofrenda y oramos para ver si Buda nos ilumina en nuestro camino.
Justo a unos metros del árbol sagrado se encuentra la Dagoba más impresionante que jamás hayamos visto, 75 metros de altura de blanco imponente y radiante que casi ciega al mirarla, impresionante. La visita a todas las pagodas y templos de Sri Lanka siempre se realiza descalzo, a nosotros nos encanta sentir el suelo pero no cuando el sol lo ha calentado en exceso, en algunos momentos las plantas de los pies estaban al rojo vivo.
Aún nos quedan un par de horas: un puente derruido y que data de muchos siglos atrás, un buda perdido en medio del campo y acompañado por el único sonido del viento golpeando al arroz en los campos ahora yermos por la falta de lluvias, y finalmente, la dagoba más antigua de Sri Lanka. A las tres de la tarde acabamos la visita a Anuradhapura, da para mucho esta ciudad.
Un pequeño receso para comer, Sonia no perdona, y a coger el autobús para Mihintale. Son las cuatro, el autobús está repleto de gente, y esto parece que no arranca. Pensamos con la cabeza fría y decidimos bajarnos, no vale la pena llegar a Mihintale a las cinco para poder pasar sólo una hora en el lugar, ya iremos otro día.
Tarde libre y Juan con esos pelos, al pasar por una peluquería Juan mira al peluquero y con señas le indica que quiere cortarse su frondosa, y cada vez menos poblada, cabellera. Máquina por aquí, tijeras por allá, masaje con creck de cuello incluido y listo.
Con las legañas en los ojos y con cara de asombro nos subimos al jeep de Safari, preguntamos: ¿ahí tenemos que ir hasta el parque? esto no empieza bien. Una hora de jeep descubierto por la carretera hasta la entrada del parque Willpattu, que viento y que frío. Juan frunce el ceño y dice "la excursión de hoy no va a ser idílica". Cogemos a un guía del parque y a dar vueltas por los caminos. Tenemos suerte, en breve vemos a un leopardo.
Le decimos que una hora y basta, que esto no es una playa ni es nada. Más que playa parece un contenedor de basura. Mosqueo al canto y mal cuerpo, ya lo decía Juan "no me huele bien". Con un calor de justicia, al mediodía retomamos de nuevo la senda en busca de los elefantes. Aviso para navegantes, ir en jeep al mediodía no es una experiencia muy agradable, calor y polvo en cantidad. Tres horas de botes después encontramos a un paquidermo comiendo y bebiendo agua, aleluya.
Justo al abandonar el parque vemos como sale de la jungla una manada de elefantes, algo bonito para la despedida. Ahora queda otra hora de vuelta. En total pasamos catorce horas en un jeep dando vueltas, cogiendo dolor de cabeza por el aire y cociéndonos por el calor sofocante del día.
Opinión final, no cojáis la excursión de día completo a Willpattu no vale la pena la paliza. Si queréis ver leopardos es un buen parque, ahora, no lo es para ver elefantes y menos en época seca.
Otra opinión esta más personal, no hagáis mucho caso del hermano de Sreema, de Anuradhapura tal vez sepa algo pero del resto del país no da una. Intención le pone el hombre, pero aciertos pocos.
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